por Lilly Morgan Vilaró*
En el año 2001 fui contratada por la BBC para producir un documental sobre la barra brava de Boca. Al no saber nada de fútbol empecé preguntando a mis colegas periodistas del sector deportivo para interiorizarme del tema y para ver si ellos me podían dar nombre y forma de contactar al jefe de la 12. Todos me dijeron que era una nota imposible de realizar. Casi todos manifestaron desconocer el nombre del jefe y otros todos (ja) me dieron el nombre, Rafael Di Zeo. Pero coincidieron con los casi, en que jamás lograría conseguir ni siquiera una entrevista para hablar del tema con él. Todos, todos, toditos, negaron tener o saber su teléfono, o forma alguna de comunicarse con Di Zeo. Finalmente uno deslizó que quien podría ayudarme era un Fulano de Tal, del cual se rumoreaba había conseguido su trabajo como periodista deportivo, gracias a la barra de Boca. Lo llamé. Fulano de Tal me dijo que lo consultaría con Di Zeo y me volvería a llamar. Me llamó. Me pasó el celular, luego de pactar una cierta suma de dólares por lo que él describió como “honorarios por relaciones públicas.” Llamé a Rafael Di Zeo y quedamos en encontrarnos al día siguiente en un café a la vuelta de mi casa en el barrio de Las Cañitas. Esa tarde me llamó un comisario u oficial (no me acuerdo bien su rango) para decirme que mi fax pidiendo entrevistar a la policía para incluirlos en el documental había sido aceptado. Y que él y su gente estaban a nuestra disposición. Agregó que no pensaba que fuese posible conseguir a los jefes de la barra ni en chiste. Cuando le contesté que tenía cita con uno para el día siguiente me preguntó su nombre. Me amparé en mis derechos de periodista y le dije que ni pensaba decírselo. –“Preguntale si me conoce-me contestó luego de matarse de risa con mi respuesta- si no me conoce, es trucho.” Al día siguiente nos encontramos puntualmente con Di Zeo en el bar. Le conté la idea del documental. Y por si las moscas, le pregunté si conocía al policía Zutano de Tal. –“Si, lo conozco-me dijo- me llamó anoche para preguntarme si una mina de la BBC me había llamado, y me comentó de lo más divertido que vos te habías negado a dar mi nombre.”- O sea. El oficial a cargo, en ese entonces, de los operativos de las canchas de fútbol, tenía el celular de Rafa y la confianza suficiente como para llamarlo y chusmear un rato. Empiezo a resumir. Di Zeo me dijo que lo consultaría con el resto de los entonces jefes de la 12, su hermano Fernando y un tal “Gitano” Lantry, y con el entorno inmediato a la jefatura. Al día siguiente llamó para confirmar la participación, tanto de él como del resto de la barra, en el documental. Pero que iba a tener que pagar unos mangos para los muchachos que iban a ser nuestros custodios dentro de la cancha. Contesté que ya habíamos pactado custodia, mediante adicionales, con los policías de Zutano de Tal. –“Como se ve que nunca en tu vida fuiste a la cancha a ver un partido de Boca- me espetó-La policía jamás entra a la popular y mucho menos al sector de la 12.” Así que convenimos un monto exactamente igual al que le pagaríamos a los policías-custodios. Y así comenzamos a filmar el documental. Nos encontrábamos casi a diario con Di Zeo y sus colaboradores inmediatos, los seguíamos a las canchas en donde jugaba Boca, (si, Di Zeo entraba a todas sin problemas a pesar de una orden judicial que supuestamente le prohibía hacerlo); fuimos a un club deportivo adonde ellos iban una vez por semana a jugar al fútbol, y tomamos varios cafés en diferentes momentos para planificar los diferentes lugares de filmación. Una vez nos reunimos en un café al lado del Congreso de la Nación. Di Zeo, el Gitano (que había pedido no participar directamente en el documental “porque ya estaba muy quemado por la prensa”) y otros dos más integrantes de la 12, llegaron tarde al encuentro. Se disculparon diciendo que se habían demorado con el diputado Pirulo de Tal, porque lo estaban asesorando en un proyecto de ley para regular no se qué del fútbol. Es decir, un diputado de la Nación llamó a Di Zeo and company, para redactar un proyecto de ley. Por asociación de ideas, le pregunté a Rafa si era cierto que ellos habían participado en los disturbios de la Plaza de Mayo el día anterior de la renuncia (¿huída?) del presidente Fernando de la Rúa. Me dijo que no. Que le habían pedido que lo hiciese, pero:-“Como yo tengo amigos de los dos lados, (radicales y peronistas) preferí no hacerlo. Si algún integrante de la 12 lo hizo, que no se si así fue -agregó- lo hizo por cuenta propia.” En otra ocasión le pregunté si era verdad que Menganito de Tal, del partido radical, era su contacto y el que le solicitaría fuerzas de choque para algún evento. Me dijo que Menganito de Tal era un buen amigo, pero negó que le hubiese pedido algún favor de ese tipo. Que además-enfatizó- ellos no realizaban. Sí admitió que una vez le pidieron, del lado de los peronistas, que la barra votase a favor de Nosequién de Tal en una interna de dicho partido. Y ellos así lo hicieron. Y Nosequién ganó la banca de diputado y empezó así su brillante carrera política. Aclaro que nunca me dió nombres. Si yo tiraba uno al voleo, él se limitaba a decir que lo conocía o que no lo conocía. Y punto. Y si me los hubiese dicho, yo tampoco lo diría. Porque eran charlas informales fuera del documental. Constantemente recibía llamadas de productores de radio para salir al aire por el tema barras. Pero el acuerdo era que luego se diría que el que había llamado, espontáneamente, era Rafa. En el partido Boca-River, filmamos primero la cola de los hinchas que entraban a la 12. Una cola aparte de la otra cola que se dirigía a las demás puertas. Custodiada por policías y por integrantes de la barra. Sobre los molinetes, otro barra recibía las entradas que eran pedacitos de papel con un número o una letra que le entregaban los hinchas y él metía en una bolsita de nylon tipo supermercado. Todo a plena luz del día. Y de la policía. No se permitían camorreros en esa fila. Ni borrachos. Los de la barra directamente les prohibían la entrada. El partido lo filmamos desde adentro y en el mismo corazón de la 12. No tuvimos casi ningún problema. Los pocos que hubo fueron rápidamente solucionados por nuestros custodios. Salimos y acompañamos, ya de noche y siempre filmando, a Rafa y su entorno hasta el estacionamiento. Detrás venían nuestros custodios policiales. Les pedí que disimularan un poco y que se mantuviesen más lejos. Me miraron con cara rara pero aflojaron el paso. Al llegar al auto de Rafa, este se despidió, pero antes buscó con la mirada a los policías, y les hizo señas para que se apurasen en venir. –“Yo me voy, y uds. no se pueden quedar solos acá. Es muy peligroso. No sé por qué se demoraron tanto los muchachos en seguirnos”- me comentó, mientras se saludaba cordialmente con un beso con los policías-custodios. Nos fuimos a comer con los custodios y su jefe, Zutano de Tal. Le pregunté como era que lo dejaban entrar a Di Zeo a la cancha si había una orden judicial prohibiéndoselo. Me contestó que a él no le constaba que Rafa hubiese estado dentro de la cancha. Pero que había escuchado rumores que podría haberlo hecho. Eso explicaría, me dijo, que desde hace unos 3 meses, más o menos cuando esos rumores empezaron, el nivel de robos, de disturbios de borrachos o peleas por x motivos, y otros desmanes por el estilo, habían cesado como por arte de magia. Cuando Rafa y su gente no podían entrar, era imposible para la policía mantener el orden ahí adentro. Pero, me repitió, ni yo ni ninguno de mis agentes, lo hemos visto entrar. Lo miré con cara de “me estás tomando el pelo”. Me miró con “cara de póker” y me preguntó si iba a comer postre. Los políticos que intentamos entrevistar para el documental se negaron a hacerlo. Mauricio Macri, por entonces presidente de Boca pero ya con la mirada puesta en su futuro político, si participó. Pero negó conocer a Di Zeo, y jamás haberle dado entradas gratis. Y dijo desconocer lo que pasaba en la puerta 12. ¿A que viene todo esto? A que ahora, año 2011, en Argentina están todos preocupados por la pelea entre, los ya amigados, Rafa Di Zeo y su ex lugarteniente, Mauro Martin. Y nuevamente hay polémica sobre el tema de las barras bravas de fútbol. Y, en mi humilde opinión, el problema no son las barras. Ni lo son los policías que tienen que custodiar las canchas y que saben que los jefes de las barras tienen padrinos poderosos. Sino los que usan a las barras para sus trabajos sucios, o como votos para ganar una interna. Y luego se hacen los espantados por su accionar. Niegan conocerlos, y piden que los metan presos. Y pactan nuevos servicios con el sucesor del jefe sin problemas.
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* La autora es periodista, nacida en Argentina, con amplia trayectoria en radio, televisión y gráfica. Trabajó para BBC de Londres y Naciones Unidas, entre otros importantes medios de comunicación. Es autora del libro "¡Ay mama!, tenés cáncer" (Editorial Santillana, 2008). Actualmente vive en Rocha, Uruguay.
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