por Lilly Morgan Vilaró*
La noticia empezó así: “El ex hombre fuerte de Libia, Mohamed Kadaphy (o Gadafi, o Kadafi) murió en su ciudad natal de Sirte.” Y seguidamente mostraba un video amateur de un celular en donde se veía parte del cuerpo y la cabeza de un hombre ensangrentado y al parecer, efectivamente, muy muerto. Ah…y un montón de gente gritando desaforada, disparando tiros al aire, y festejando. Por esas características eran identificables como los rebeldes libios. Los que han estado luchando por casi un año por establecer la democracia y la paz en el país. Al ratito nomás, la OTAN emitió un comunicado destacando que ellos habían bombardeado un convoy pro- K, si bien no sabían si adentro estaba Omar o no. El auto proclamado gobierno anti K, emitió un comunicado a su vez, confirmando la muerte de Omar, que, según el vocero, habría ocurrido dentro de una ambulancia que estaba por llevarlo a un hospital. Ya que había sido en una pierna durante el ataque de la OTAN. Una herida muy pero muy profunda. Tan así que le llegó a la cabeza y se murió. Francia y Gran Bretaña aplaudieron el desenlace. “Libia es finalmente libre”, dijeron respectivamente los líderes de dichos países. Uno en francés y el otro en inglés, claro está. Que estaban unidos en el bombardeo contra el territorio libio, pero cada uno manteniendo su propia identidad. Para que no los confundan. El gobierno norteamericano esperó un poquito más para dar saltitos de alegría. A Hillary se le escapó un “Wow” cuando le twittearon el mensaje, pero después dijo muy seria que si era cierta la noticia, eso no significaba que los problemas de Libia habían terminado. Y si ella lo dijo, yo le creo. No soy como Ricardo Alfonsín que no le cree nada a Cristina Fernández. Yo le creo cada palabra a Hillary. Al menos éstas que dijo con respecto a la muerte de Omar. Finalmente salió Barack Obama y enfatizó que el mundo era uno mejor tras la muerte del malvado ex aliado. Y de paso destacó que USA había tenido mucho que ver en este final tan feliz. Que no todo era mérito de Francia y Gran Bretaña. Mientras los líderes de estos países desarrollados (¿?) se peleaban entre sí para ver quién se llevaba la medalla de oro en la competencia “Matemos a nuestro amigo Omar”, los integrantes del ya oficialmente nuevo y triunfante gobierno libio, seguían tratando de explicar la muerte del susodicho. La OTAN insistía que ellos eran los que lo bombardearon e hirieron, casi sin querer, dejándolo luego en las tolerantes, y para nada vengativas, manos de los rebeldes. A los rebeldes no les gustó nada que los ningunearan en este heroico episodio. Gritaron ante los celulares que ellos lo habían capturado, sacado de los pelos de la alcantarilla. Que el tipo estaba drogado y que les pidió que no le dispararan. Ehh...me parece que tan drogado no estaba entonces...pero en fin…sigo relatando los hechos, que son totalmente verídicos. Decía que los rebeldes se adjudicaron la captura de Omar. El gobierno les dio el crédito y aseveró que cuando lo llevaban en una ambulancia a un hospital, que es lo que se debe de hacer de acuerdo a las reglas internacionales de la Cruz Roja, Omar se murió. Los rebeldes mostraron un poquito más del video. Omar no estaba en una ambulancia. Lo estaba como arrastrando un montón de tipos, luego de sacarlo de la parte de atrás de una camioneta. Y estaba vivo. El gobierno dijo que bueno, que fue justo en ese momento que se produjo un tiroteo cruzado entre los rebeldes que se llevaban al herido y los pro K que lo querían recuperar, y ahí, ¡páfate! Una bala perdida le pegó en el medio de la frente. Y claro, se murió. Los rebeldes ya estaban hartos. ¿Es que nadie les iba a creer que todo el mérito era de ellos y ellos solitos y de nadie más? Minga que fue la OTAN, y los Estados Unidos. Minga que lo agarraron herido y pensaban llevarlo a un hospital para que lo curasen y llevasen luego a juicio. Como se hace en esa cosa llamada democracia, o qué se yo qué, que todo el mundo se pasa nombrando. ¡No, no, no y no! Ellos eran pocos pero muy machos. E hicieron lo que los hombres comme il faut (juro que lo dijeron así… “hombres comme il faut”…), deben de hacer en estos casos: lo sacaron de la camioneta en donde estaba, ya herido, lo arrastraron por los pelos, lo patearon, insultaron, le dispararon varias veces, y luego lo remataron de un tiro en la cabeza. Es decir, lo lincharon. Y por si quedaba alguna duda sobre su relato, mostraron la secuencia entera del video del linchamiento. Que el mundo vio horrorizado. Bueno. No todos. Digo…no todos horrorizados. Los líderes de los países desarrollados, miraron el video, pusieron un poquito de cara de asco, se encogieron de hombros y volvieron a repetir ante las cámaras de TV, que por fin Libia había alcanzado la paz. Y que ahora iba en camino de ser un país maravilloso. Y que seguía lleno de petróleo. Y ellos estaban dispuestos a ayudarlos a convertirlo en un paraíso. Claro que primero se cobrarían la factura de todas las armas, logística bélica, avioncitos, drones, etc. que habían aportado para que Libia se liberase de Omar. Y después, por supuesto, decidirían a cual de las tribus libias le iban a permitir quedarse en el poder. - - -
* La autora es periodista, nacida en Argentina, con amplia trayectoria en radio, televisión y gráfica. Trabajó para BBC de Londres y Naciones Unidas, entre otros. Es autora del libro "¡Ay mama!, tenés cáncer" (Editorial Santillana, 2008) Actualmente vive en Rocha, Uruguay.
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