18 de abril de 2011

El que no va preso, es militar



por Lilly Morgan Vilaró*

El parlamento uruguayo acaba de aprobar una ley que dejaría sin efecto la ley de Caducidad. La ley de Caducidad decía que los delitos cometidos por los militares durante, y supongo que incluyendo al golpe en si, el golpe militar de 1973. Una especie de ley de Obediencia Debida argentina. Significando, en ambas, la uruguaya y la argentina, que las víctimas de la violencia militar, ya sea presos torturados, personas arrojadas vivas al agua, gente fusilada en supuestos enfrentamientos con los soldaditos, bebes arrancados del vientre de sus madres presas y dados en adopción a bondadosas parejas de la familia militar sin hijos, o que tenían lugar para uno más, y ciudadanos civiles patoteados por las botas en el poder, teníamos que aceptar que nadie los iba a meter en cana por sus crímenes.

Aclaro que describo solo algunas de las barbaridades que hicieron los militares porque tengo un espacio limitado. Porque la lista de aberraciones cometidas por los salvadores de la patria rioplatense da para escribir un libro. De hecho, en Argentina se imprimió uno llamado Nunca Más. La cuestión es que luego de un voto muy reñido, el parlamento uruguayo aprobó la caducidad de esa ley. Y se armó un lío tremendo. Porque hubo dos plebiscitos anteriores en donde se planteó si había que derogarla, y en ambos ganó el voto negativo. En él último, el 48% votó a favor de derogarla. El 52% de los otros votos se dividió entre los que no querían derogarla, los que votaron en blanco, los que no encontraron en el cuarto oscuro, (y acá da para un chiste tan obvio, que no vale la pena hacerlo) la papeleta correspondiente al Si, los que no tenían idea de qué se votaba porque la campaña fue muy confusa, y los que tenían miedo de que los militares se pusieran cabreros.



En realidad los militares ya estaban cabreros hace rato. Sobretodo los que tuvieron participación directa en el golpe del 73 y sus consecuencias colaterales. A todo esto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos había dictaminado que en un caso en particular, que fue llevado ante su juridiscción, el caso Gelman, la ley era anticonstitucional. No voy a meterme en los vericuetos jurídicos, ni la letra chica de la ley, ya que no soy abogada y seguro que voy a meter la pata hasta la rodilla. Y sobre este tema han hablado y escrito personas mucho más preparadas que yo, para hacerlo. Pero estoy de acuerdo con el dictamen de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Para todos los casos. Porque desde un principio esa ley me pareció, al igual que la argentina, una burrada. Si alguien cometió un delito, debe de ir preso. Aunque ya sea un pobre viejito que camina con un bastón y parezca que se ve va a desarmar en cualquier momento. O, como en el caso de Videla, Menéndez, Bussi y Cía., sean unos viejitos altaneros, desafiantes y no arrepentidos de sus crímenes.

Tampoco me importa si apenas negociada la vuelta a la democracia, existió un pacto entre los militares y los partidos políticos. Si uno de los lados porta armas y amenaza con volver al poder si no se firma un acuerdo de impunidad, me parece que no es muy válido que digamos. Es como si Hitler se hubiese sentado a negociar un pacto de impunidad con los judíos que sobrevivieron a los campos de concentración, media hora antes de que las tropas aliadas entrasen en Alemania. Seguro que hubiesen firmado cualquier cosa con tal de salir del infierno. Y hasta le hubiesen dado las gracias. Yo lo hubiese hecho seguro. Firmaba todo y media hora después, cuando la polvadera dejada por los nazis en retirada se hubiese disipado en la lejanía, bien pero bien lejana, hubiese salido corriendo a hacer la denuncia. Cosa que ellos hicieron. Y Alemania lavó en parte su culpa, juzgando y metiendo presos a los nazis que no pudieron escaparse para estos pagos. Uno de los argumentos a favor de no derogar la ley, es el del tiempo transcurrido. Hasta el presidente Mujica ha dicho que no quiere ver presos a viejos de 75 años. Con todo respeto hacia Don Pepe, discrepo. El hecho de que sean viejitos no significa que estén arrepentidos. Por el contrario. Lo volverían a hacer. Si estuviesen arrepentidos, dirían donde están los restos de los desaparecidos. En el caso argentino, dirían en donde están o quiénes tienen a los hijos de los desaparecidos. Siguen siendo malos. Viejos, pero malos. Además, con esa teoría, una persona puede cometer toda clase de crímenes en su vida joven y/o adulta, y si logra esconderse de la justicia hasta los 70 años, ya zafó. Lo perdonaremos porque está viejo.

El otro argumento es que hay que dejar el pasado atrás. Olvidar y perdonar. Cuando el Papa Juan Pablo 2 fue herido en un confuso intento de asesinato, su atacante fue preso. Su Santidad fue a visitarlo un tiempo después y le dijo que lo perdonaba. El turco se puso de lo más contento y empezó a meter su ropa en la valija para irse. Llamó a los guardias y les contó que Juan Pablo lo había perdonado y que por lo tanto lo tenían que liberar. Los guardias se le rieron a las carcajadas en la cara y le contestaron que, efectivamente, lo había perdonado, pero que en ningún momento había dicho que lo liberasen. Más allá que obviamente, no estaba en las manos del Papa hacerlo. Era una cuestión de la justicia italiana. Pero Juan Pablo jamás movió un dedo para pedir que liberasen a su agresor. Yo no sé si yo estaría dispuesta a perdonar a los milicos golpistas. Aunque fuese el Papa. Uups…me olvidé… no puedo ser Papa, ni sacerdote, ni fraile, por que soy mujer. La iglesia católica no me lo permitiría. No es que yo tenga ganas de ser alguna de esas cosas. Pero si quisiera, no podría. Volviendo al tema….no se si podría perdonarlos. Tal vez si estuviesen bien presos y pagando por su crímenes, podría llegar a sentir un poquito de compasión, y en ese medio segundo que durase ese sentimiento, llegar a pensar en la posibilidad de considerarlo. Pero siempre dejándolos encerrados con 20 candados y muchas rejas para que no puedan salir.



Tampoco quiero olvidar. Si nos olvidamos, capaz que cualquier día de estos vuelven. En el año 82 le hice una entrevista al dirigente del partido Blanco uruguayo, Wilson Ferreira Aldunate, que vivía en ese momento, exilado en Washington. Le pregunté que haría él con los militares, una vez vuelta la democracia. Después de irse un rato por las ramas, y yo perseguirlo hasta la punta de las hojas para que me contestara la pregunta, me respondió: “Digamos que yo los metería presos y pondría de guardianes a los que ellos tienen presos hoy.” Vuelta la democracia, cambió de opinión, ya sea por convencimiento propio, o porque pensaba que era lo mejor para ese momento, y, como dije antes, no había mucho espacio para negociar con los aún amenazantes militares en retirada. Como también lo habrán hecho los otros partidos que estuvieron y formaron parte del pacto del Club Naval. Algunos por convencimiento. Otros porque pensaban que no había más remedio. No se si lo que proponía Wilson en Washington, era lo correcto. Eso de que los custodien los ex presos. Más aún, si tenemos en cuenta que algunos de esos ex presos no los quieren ver tras las rejas. Pero en lo de meterlos en cana no tengo duda alguna que tenía razón. Como es válido ahora, que se juzguen, con todos los recaudos de las leyes constitucionales, a los militares, y civiles involucrados en el golpe, por torturadores y asesinos. No hacerlo, es anticonstitucional. Porque la Constitución dice que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley. Y si los militares culpables no van presos, deberíamos entonces abrir las puertas de las cárceles de todo el país. Y dejar que todos los delincuentes anden tranquilos por las calles. Porque repito: en democracia, todos somos iguales ante la ley.

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* La autora es periodista, nacida en Argentina, con amplia trayectoria en radio, televisión y gráfica. Trabajó para BBC de Londres y Naciones Unidas, entre otros. Es autora del libro "¡Ay mama!, tenés cáncer" (Editorial Santillana, 2008) Actualmente vive en Rocha, Uruguay.

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